lunes, 1 de octubre de 2007

Dar ejemplo: Enorme responsabilidad ignorada

No hay más que ver la televisión, o ir a un quiosco: es sorprendente la cantidad de gente conocida ("famosa") que hay en el mundo. Es gente a veces admirada, no admirada, querida, no querida, que ha destacado en algún deporte, en algún arte, por ser un delincuente........
Y no menos sorprendente es la cantidad de "seguidores" de noticias del sujeto en cuestión, más o menos activos, que hay. Cada famoso es seguido hasta la extenuación, y hay clubs de fans, incondicionales, imitadores, gente pendiente de ver qué hace o deja de hacer.
Se sigue con atención la vida del famoso. Y el famoso lo sabe. Esto es importante, muy importante: el famoso lo sabe.
Todas las personas de este mundo tienen su círculo de influencia propio. Unos lo tienen más amplio que otros, pero todos tenemos, lo sepamos o no, nos demos cuenta o no. Y efectivamente influimos del alguna manera en todo nuestro entorno con n uestra manera de actuar. Ese poder, intuido, aprehendido o no, lo podemos utilizar para el bien o para el mal. La educación es algo muy vital para decantar la balanza de un lado o de otro, en cualquier ámbito de actuación, en cada momento de la vida. La educación siempre aparece, y con ello la responsabilidad de los padres (y en menor medida la de los educadores que, aunque importante también, es atajada por leyes, y pierden efectividad). Uno, en su círculo de influencia, puede convertirse en educador también, y ayudar de ese modo a que todo sea mejor. Un influjo bueno, digamos.
Los famosos tienen un círculo de influencia espectacularmente inmenso. Y lo que es más grandioso: en su círculo se encuentra una gran cantidad de gente que no conocen ni conocerán nunca, pero sobre la que pueden ejercer un gran poder. ¿Habrá algún famoso que haya tenido o tenga más seguidores que Alejandro Magno? Supongo que sí. Un famoso tiene mucho poder en ese sentido.
Como cualquier persona, lo pueden utilizar para el bien o para el mal, de un modo consciente o inconsciente. Me aventuro a pensar que lo segundo, la inconsciencia, es lo que más abunda. Y si se sabe y se es consciente, y se desea aprovechar para el bien, para educar, para dar un influjo bueno, es una carga muy pesada de llevar. Esto lo comprendo. Pero ya que tienen ese poder del que, les guste o no, no pueden escapar, es una pena que lo desaprovechen. Es una lástima que muchos de ellos sean un influjo malo para los que les siguen.¡
En efecto, nos hartamos de ver cada día ejemplos de vidas desordenadas, excéntricas, faltas de ética, de personalidad, de amor propio. Echo en falta muchas veces que desde los medios de comunicación no se ensalce o realce con más asiduidad ejemplos buenos: un ejemplo bueno es simplemente una persona que aparte de ser famosa por lo que sea, lleve una vida normal, ordenada, sin desvaríos, dentro de la ley, civilizada ética y moralmente. Los medios de comunicación van a los escándalos demasiado a menudo, que es lo que vende, y al final los niños y adolescentes aún por acabar de educar lo pueden tomar como lo normal, como modelos a seguir, ¡¡que eso es el siglo XXI, vamos!!. ""es-que-eso-es-lo-que-mola"", ""actuar-irresponsablemente-y-luego-ya-se-verá"". Es impresionante.
Una persona puede ser más o menos rica, y actuar en consonancia. Me refiero a la capacidad de adquirir bienes, o conseguir cosas. Pero la moralidad, la ética y la excentricidad no van de la mano del dinero. Es totalmente independiente, y tiene que ver con la educación. Sólo con la educación. Y si uno ha sido educado y es educado, debe obrar en consecuencia y asumir esa responsabilidad, por pesada que sea, de influir en su círculo de esa manera. La carga de responsabilidad de un famoso es proporcionalmente mayor, o quizá más, según su círculo de influencia, y el famoso que la ignora o no lo sabe, debería ponerse las pilas, y si apuro, ni siquiera ya por él mismo: en la intimidad que se haga lo que se quiera, pero ante el círculo, hay que actuar en el buen sentido. (Aunque siempre es deseable que en la intimidad se obre también en el buen sentido).
¡Qué oportunidades se pierden!